sábado, 24 de noviembre de 2012

Historia de vida. Enfermedad y muerte.

Cuatro años antes de su muerte cayó en cama de gravísima enfermedad. Y así
permaneció hasta su muerte. Leamos lo que dicen sus propias hermanas: Continuando
Rita en sus ejercicios espirituales y en las penitencias, finalmente cayó enferma. Yació
enferma  cuatro años con tanta compostura de ánimo, recibiendo de la mano de Dios
los padecimientos del mal, que servía a las otras monjas de espejo de tolerancia y como
si estuviese con el cuerpo fijo a un lecho de continuo dolor, llevaba su ánimo al paraíso
y conversaba con los ángeles. Dios se sintió complacido de dar señales evidentes del
amor que tenía a su querida esposa. En el rigor más áspero del invierno, estando todo
cubierto de nieve, una buena mujer pariente de Rita, fue a visitarla. Al marcharse, le
preguntó si deseaba algo de su casa. Rita respondió que desearía una rosa y dos higos
de su huerto.
Sonrió la buena mujer, creyendo que deliraba por la violencia del mal y se
marchó. Llegada a la casa y habiendo pasado al otro rincón del huerto, vio sobre las
espinas, despojadas de todo verdor y cargadas de nieve, una bellísima rosa y, sobre la
higuera, dos higos bien maduros; y quedó atónita por la contrariedad de la estación y
por la cualidad de aquel friísimo clima. Vistos la flor y los frutos milagrosos, los cogió
y se los llevó a Rita.
Otro acontecimiento importante, que se nos ha transmitido por tradición, es que
en el momento de su muerte las campanas del convento tocaron solas. Las mismas
religiosas lo testifican al decir:  Al morir, se sintieron tres toques de la campana del
monasterio que tocó por sí misma, aunque se cree que fueron los ángeles quienes la
tocaron y acompañaron a aquella alma bendita… Y entonces se sintió un suavísimo
olor por todo el monasterio y su celda se vio resplandecer como si allí estuviera el
Sol.
Todos  los presentes a su muerte advirtieron que el olor de su llaga  había
desaparecido y que, en su lugar, se había esparcido en el ambiente un perfume de flores.
Era el alba del 22  de mayo de 1457. Tenía 76 años y, al toque milagroso de las
campanas, se despertó toda  la población y, al darse cuenta de que no eran manos
humanas, empezaron a gritar.  Milagro, Milagro. Son los ángeles que tocan las
campanas.
De la llaga de la frente sólo quedó una pequeña cicatriz que nunca ha
desaparecido. El rostro resplandecía de belleza. El biógrafo Cavallucci dice que una
compañera religiosa vio su alma subir al cielo acompañada de ángeles y les dijo a todas:
¿No veis hermanas que Rita está acompañada de muchos ángeles con gran alegría? A
la mañana siguiente, se celebraron las exequias con toda solemnidad a las que asistió
mucha gente. Su cuerpo no fue sepultado, sino colocado en un lugar apartado de la
propia iglesia del monasterio. Cavallucci dice que, mientras iban a llevar su cuerpo al
lugar reservado de la iglesia, se acercó una pariente suya que tenía un brazo paralizado
desde hacía muchos años y, al acercarse llorando al cuerpo de Rita, se dio cuenta de que
estaba sana.
A partir de su muerte, Dios manifestó su poder, haciendo maravillas por
intercesión de santa Rita, que es actualmente considerada como una gran taumaturga.
Uno de los testigos del proceso de beatificación afirma: Cuando yo era jovencito, oí a
un tal Giovanni Antonio Biagio, llamado il Riccone, que tenía más de 90 años, que
decía grandes cosas de la beata Rita. Me decía que había oído a su madre Margarita,
que murió de 110 años, que se acordaba de la beata. Y me decía que su madre le había
dicho que Rita había vivido santamente y que, cuando murió, las campanas del
monasterio tocaron solas. Y que, al morir, debiéndose hacer un féretro para su cuerpo
por los muchos milagros que hacía y no encontrándose quién lo hiciera, un tal Cicco
Barbaro de Casia, que tenía las manos casi paralizadas, dijo: ¡Oh, si no estuviera yo
así, haría la caja! Y que se sanó, según me dijo muchas veces Camila Barbara, una
abuela que, cuando murió, tenía más de 90 años. Y he oído decir a los ancianos que se
hizo llevar rosas e higos en el mes de enero de su huerto de Roccaporena y otros
muchos milagros.
Sus mismas hermanas escriben: Recompensó largamente Dios nuestro Señor a
su fiel sierva con señales sensibles y, especialmente, con un suavísimo olor, que salía y
hasta hoy sale de su purísimo cuerpo, y que se conserva incorrupto en todas sus partes
y de un color normal, no alterado. Y habiendo la divina omnipotencia honrado a esta
santa mujer con la virtud de los milagros, cada vez que Dios obra en alguien por medio
de ella, se aumenta de alguna manera la fragancia de sus reliquias.

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