sábado, 24 de noviembre de 2012

Historia de vida. Religiosa.

Rita entró al convento el año 1417 con unos 36 años y allí vivió 40 años. Entre
sus compañeras estaba  Mariola Jacobi, futura abadesa, y Francesca Bartholomei de
Caterina Mancini (pariente del esposo de Rita).
Rita se dedicó a una vida de intensa oración. Amaba mucho a la Virgen María.
En la iglesia de san Francisco de Casia hay una pintura que representa a Rita llevando
un rosario compuesto por más de cincuenta cuentas, ya que en su tiempo se rezaba la
corona de la Madonna (Virgen) compuesta de sesenta cuentas, divididas en seis partes.
En  cada una de ellas se meditaba en un misterio de Cristo o de la Virgen y se rezaban
diez avemarías.
Era especialmente devota de Jesús Eucaristía. Siendo viuda, iba todos los días a
la misa a la iglesia de san Montano de Roccaporena. Su devoción a la Eucaristía la
satisfacía, de vez en cuando, yendo a la iglesia de san Agustín de Casia, donde estaba la
famosa hostia consagrada del beato Simón Fidati.
El beato Simón Fidati o Simón de Casia (1295-1348) era un sacerdote agustino,
gran predicador, que se hizo muy conocido en Italia por un milagro eucarístico ocurrido
en 1330. A un sacerdote de los alrededores de la ciudad de Siena le suplicaron que
llevara la comunión a un enfermo en el campo. El sacerdote, en contra de las
costumbres de la época, en que llevaban la comunión solemnemente tocando la
campanilla por el camino, lo hizo de una manera oculta y sin mayor devoción. Colocó la
hostia entre las hojas de su breviario y se dirigió al lugar del enfermo.
No sabemos cuál fue exactamente la fórmula de su profesión religiosa, pero
podemos suponer que fue igual o muy parecida a la que hizo otra viuda de Casia,
llamada Vannuccela, que profesó en su convento el 21 de mayo de 1468. Y que dice así:
Yo N.N., espontáneamente confieso y quiero por amor a Cristo y por la salud de mi
alma entrar al monasterio de santa María Magdalena y someterme por el resto de mi
vida a la disciplina regular para servir más libremente a Dios omnipotente. Y estando
arrodillada delante de Doña N.N., abadesa, ante el altar del oratorio, teniendo las
manos juntas en las manos de dicha abadesa, ofrezco espontáneamente mi persona a
Dios omnipotente, a la beata María Magdalena y a la predicha Doña Abadesa,
prometiendo la estabilidad del lugar, la conversión de las costumbres, la obediencia, la
continencia y la pobreza con la exclusión de toda cosa propia por todo el tiempo de la
vida según la religión del beato Agustín.

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